VÍA LIBRE

VÍA LIBRE*

Mi pecho se agitaba violentamente y casi no podía respirar. En mi angustia, sentí que la tierra con la que me cubrí para esconderme de la cuadrilla que me perseguía temblaba al ritmo de mi corazón. Debía quedarme quieto, tan quieto como los incontables muertos que había visto en los casi diez años de militar en la guerrilla.

El olor a tierra húmeda y el lejano ladrido de un perro me transportó a la casa de mis primeros años. Mi abuelo había salido, como siempre, antes que el sol. Llevaba el azadón al hombro y silbaba la tonada de una canción que me lo recordará siempre y de la cual, con el tiempo y por mi comandante Pancho, descubrí que era Flor sin retoño compuesta por Rubén Fuentes e interpretada por Pedro Infante, ambos de México. -¿Acaso sería yo una flor sin retoño? La abuela trasteaba en la cocina. El agradable olor a café recién preparado, a carbón quemándose y a arepa, me invitaban a salir de la tibia cama. -¡Muévete muchacho! ¡Levántate para que ayudes al abuelo! Hasta aquí llegaban los buenos momentos de mi perdida infancia; sin juguetes ni juegos, solo trabajo; maltrato y después, la guerra. Nací con una deuda imposible de pagar por los errores de mis padres o por el simple hecho de haber nacido.

Con temor abrí los ojos. -¡Qué tonto!, creía que si los cerraba no sería descubierto, como las chuchas que se hacen las muertas para que no las maten. Varias luciérnagas como las chispas del asador de la abuela titilaban y se confundían con las estrellas. Dos de ellas que estaban muy juntas evocaron los ojos de Carmela cuando me miraba en medio del monte al detenernos para descansar de las largas caminatas que emprendíamos cada día. Nunca olvidaré sus ojos, negros como la más oscura noche y, sin embargo, todo lo iluminaban. El primer día que puse mis labios sobre los suyos sentí que la tierra temblaba, como ahora. De nuestros sueños de escapar y hacer una vida juntos quedó la angustia por no poder auxiliarla cuando una ráfaga de las GAU-17A empotradas en los Bell del ejército casi la parte en dos…, y los gemidos al hacer el amor por vez primera, sus gritos de placer y de muerte, y la sangre…, la sangre en ambos casos. Nunca entendí la guerra ni por qué nos matábamos.

Volví a cerrar los ojos de puro cansancio. Casi me duermo a pesar de la costumbre porque había que estar atentos en caso de que nos bombardearan. La vida en el monte era una especie de eterna somnolencia donde nunca sabes si duermes o estas despierto y donde cada paso o decisión va acompañada del miedo, como el día que mataron a Carmela. Era un sábado, lo sé porque el campamento estaba relajado a pesar de que el radista había informado que las patrullas de ejército estaban cerca. El día transcurrió igual que todos los demás en que nos autorizaban a descansar. Al caer la noche e ir a dormir sentí el mayor terror de mi vida al escuchar los helicópteros, al ver las explosiones de las bombas que caían y los fogonazos de la metralla. Todo fue confusión. El comandante trató de poner orden y mandó a un grupo de avanzada para que protegiera la huida de los demás, en ese grupo estaba mi amada. Desde que le comentamos sobre muestra relación todo cambió y nos hizo la vida imposible, nos castigaba por cualquier cosa y siempre nos mandaba al frente. Entendí que él la pretendía… y cómo no hacerlo si a sus dieciséis años ella era la vida toda, la exuberancia y el antojo. Mientras corría para huir del ataque en dirección opuesta, volteó y me regaló su última mirada.

El chasquido de hojas y ramas me alertó. Abrí los ojos lentamente y apreté la lengua contra el paladar. No quería ser descubierto ni enfrentar el juicio de mi comandante y mucho menos la pena, sería fusilado, sin duda, y aun no quería morir. A mis quince años merezco una nueva vida y aun mi corazón no ha muerto. El cansancio superó al miedo y por fin dormí. Nada importaba.

La noche dio paso a nuevas visiones y sonidos. El corazón se calmó. El sol bendecía la tierra y me permitió observar que estaba atrincherado en un hoyo cubierto de helechos en la ladera de una pequeña colina. Desconfiado de mis propios sentidos, con temor me incorporé. Estaba sólo. Trate de ubicarme siguiendo las instrucciones recibidas en la escuela -el sol sale por el oriente y se oculta por el occidente, si me posiciono con el brazo derecho al oriente, lo que está al frente es el norte-. Emprendí mi camino sigiloso pues era consciente de la búsqueda y de que me dispararían si era descubierto. Mi esperanza era que me encontraran los soldados, ellos no me matarían si no ofrecía resistencia, esa era la promesa que escuchábamos desde los altavoces de los helicópteros y que leíamos en los volantes que arrojaban al aire invitándonos a desertar, en especial a los menores. Caminé todo el día y en un alto, al caer la tarde, divisé un campamento. Me detuve sin saber a que grupo pertenecía.

La encrucijada, nuevamente estaba en la encrucijada, como cuando decidí escapar de casa y luego de la guerrilla y de la guerra. Fue después de perder a Carmela al comprender que no valía la pena entregar la vida por alguien que hace daño. Eran las cuatro de la madrugada varios días después del bombardeo y como el campamento estaba reducido y ubicado en un lugar que ninguno conocía, vi la oportunidad de escapar. Pedí permiso para ir a la letrina y una vez allí, salí corriendo al observar que el guardia se había distraído. Me hicieron muchos disparos, corrí todo el día bajo una pertinaz lluvia en medio del silbido de las balas. Llegada la noche, después de perderlos al cruzar un caudaloso río, entre la maleza encontré un hueco y me cubrí con barro.  

Puestas mis esperanzas en la fortuna, decidí alejarme del campamento, pero, al salir de mi escondite, una voz firme me dijo -¡Deténgase! ¡Arroje todo lo que lleva y tírese al suelo boca abajo con las manos en la nuca! Con voz temblorosa, tímidamente, pregunté -¿Es el ejército? -¡El glorioso Batallón de Lanceros de la Patria! Respiré hondo, no sería más una flor sin retoño.

JUAN CARLOS BECERRA HERMIDA

Mayo 24 de 2020

*Ficción basada en la lectura de una publicación de la  revista Bocas No. 87.

https://www.eltiempo.com/bocas/entrevista-a-nino-que-fue-reclutado-por-la-guerrilla-392538

Publicado por juancarlosbecerrahermida

Abogado, profesor universitario, especialista en Derecho Tributario con pretensiones literarias.

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